La idea de estar alejada
La anulación del pensamiento en ese día, pensé, se podía prever con grandes dosis de té, lectura, música y sueño. Y por supuesto, evitar la “suerte” de tener el asiento de la ventanilla.
El plan venía bien. Hasta que el altavoz y las gesticulaciones de las azafatas hablaron de atrocidades como “salida de emergencia”, y la nave hermética empezó a carretear sin vuelta atrás.
Los 150 latidos por minuto del corazón tomaron forma de agua desde mis ojos. Afortunadamente, mi compañero de banco de turno era un tano que tomaba un avión casi con la misma naturalidad que si hubiera subido a un 60. Y su preocupación sobre si el pastiche con pretensiones de ravioles eran el almuerzo o la cena, sirvió como un buen periodo de adaptación. Pero la ventanilla seguía siendo territorio prohibido.
En algún momento del viaje, mi compañero tendría que visitar el escasísimo sanitario (el mito lo seguirá siendo: las posibilidades funcionales no ayudan a comprobarlo), y cuando eso pasara, nada habría entre la ventanilla y yo.
4 comentarios:
¡No expliques la foto! Jajaja.
Buenísimo; el texto, y lo que se puede hacer en un sanitario por muy estrecho que sea.
¿Te acordás de Quintín, el crítico de televisión?
¿Qué tal Crispín, el crítico de blog?
Aquel que haya leido el primer comentario, y se pregunte "¿qué explicación?", sabrá o supondrá que le hice caso a mi estimado amigo comentarista oficial Crispín.
Che, ¿y la licenciatura para ser grosa dónde la hiciste?
Me gustó esta óptica con alas y el ocaso.
Está bueno laris.
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