28.6.07

Subtecard

Imaginate lo siguiente:
Un hombre escucha el despertador todos los dias a las 7 de la mañana. Abre un ojo, y mientras afloja la lagaña del otro, gira la cabeza y ve el pelo negro de su mujer. El mismo paisaje de todos los días. En el fondo tiene la esperanza de encontrar uno distinto. Con la primera vuelta de cuerda del día, llega al baño. Otra vez una imagen conocida: la suya, en el espejo, con los párpados a media asta, con un hilo de baba pegado en la comisura de los labios, con un estilo punk involuntario. Repite el ritual diario de la ducha, se viste, traga un cafe recalentado en el microondas, que no llega a disfrutar, y sale a la calle. Evita saludar a la misma gente que ayer y cruza las mismas caras en la bajada del subte, que en unos minutos lucharan por un asiento vacio, o por vaciarlo a prepo.
Un dia, entre tantos, ve algo que lo sorprende. Puede ser un detalle que no habia tenido en cuenta, puede ser un sonido nuevo, puede ser una mujer. Busca en su bolso una birome. Encuentra una de promoción que nunca usó. Roja. Busca donde anotar. En un rincón del bolso se acumulan decenas de tarjetas de subte. No puede desechar las sensaciones nuevas y piensa que como esas, mil cosas distintas se pueden encontrar. Y tiene que registrarlas. Sabemos, la memoria es débil.


** Originalmente publicado en
"Hoy vi"

1 comentario:

josé lopez romero dijo...

rutina cruel inevitable a no ser por una chequera invencible que en el fondo debe tener sus propias e igualmente tontas rutinas..